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Vacunas

Las vacunas son una de las herramientas más poderosas de la medicina moderna. Gracias a ellas, millones de vidas se salvan cada año y enfermedades que antes causaban epidemias hoy están controladas o erradicadas. Sin embargo, aún existen dudas, mitos y temores sobre su seguridad y necesidad. 

En Campus Sanofi, encontrarás información científica y clara sobre cómo funcionan las vacunas, por qué son esenciales para la salud pública y cómo mantener un esquema de inmunización completo en cada etapa de la vida. 

¿Qué son las vacunas y cómo funcionan? 

Las vacunas son preparaciones biológicas diseñadas para entrenar al sistema inmunológico y generar defensas específicas contra microorganismos (virus o bacterias) sin causar la enfermedad. 

Su función es crear memoria inmunológica: cuando el cuerpo se expone de nuevo al agente infeccioso, lo reconoce y lo combate con rapidez y eficacia. 

Las vacunas han permitido reducir o eliminar enfermedades como la viruela, la poliomielitis o el sarampión, y hoy son clave para prevenir complicaciones graves de infecciones respiratorias, hepáticas o de transmisión sexual. 

Mitos comunes, como “las vacunas causan autismo”, “ya no son necesarias” o “pueden enfermarte”, no tienen base científica. Cada vacuna pasa por rigurosos ensayos clínicos y controles internacionales antes de su aprobación y distribución. 

No vacunarse no solo pone en riesgo la salud individual, sino también la inmunidad colectiva, es decir, la protección del grupo frente a la propagación de enfermedades. 

Tipos de vacunas y su mecanismo de acción 

Las vacunas pueden clasificarse según su tecnología y el tipo de respuesta inmune que generan: 

  • Inactivadas: contienen microorganismos muertos o fragmentos. Ejemplo: vacuna contra la hepatitis A o la influenza
  • Atenuadas: utilizan virus o bacterias debilitados que no causan enfermedad en personas sanas. Ejemplo: triple viral (sarampión, rubéola y parotiditis)
  • De subunidades o recombinantes: incluyen solo proteínas o partes del agente infeccioso. Ejemplo: hepatitis B o VPH
  • De vector viral: emplean un virus modificado para transportar genes del patógeno, como en la vacuna contra COVID-19 de adenovirus. 
  • De ARNm: contienen información genética que instruye al cuerpo a producir una proteína del virus y generar anticuerpos, como las de Pfizer-BioNTech y Moderna
  • Combinadas: integran varias vacunas en una sola dosis, como la pentavalente o la triple bacteriana (DTP)

Cada tipo de vacuna estimula al sistema inmune de manera segura, logrando que el organismo esté preparado para responder ante una posible infección. 

Esquemas de vacunación y grupos prioritarios 

Los calendarios de vacunación varían por país, pero todos siguen las recomendaciones de la OMS y la OPS. Estos esquemas se adaptan a cada grupo de edad y condición de salud: 

  • Niños: vacunas esenciales contra poliomielitis, sarampión, rubéola, difteria, tosferina, tétanos, hepatitis B, rotavirus y neumococo. 
  • Adolescentes: refuerzos de tétanos y difteria, y vacunas contra el virus del papiloma humano (VPH)
  • Adultos: refuerzos cada 10 años de tétanos y difteria, y vacunas contra la influenza y COVID-19
  • Adultos mayores: inmunización frente a neumococo, influenza y herpes zóster, por mayor riesgo de complicaciones. 
  • Pacientes inmunocomprometidos o con enfermedades crónicas: esquemas personalizados y uso exclusivo de vacunas inactivadas. 
  • Embarazadas: vacunas seguras como la Tdap (tétanos, difteria y tosferina) y la influenza estacional, para proteger tanto a la madre como al recién nacido. 

El cumplimiento de los esquemas garantiza una protección continua y fortalece la inmunidad colectiva, previniendo brotes epidémicos. 

Seguridad, mitos y efectos secundarios de las vacunas 

Las vacunas atraviesan un proceso riguroso de investigación, aprobación y vigilancia que puede tomar años antes de su autorización. Este proceso incluye: 

  • Ensayos clínicos en varias fases (I, II y III) que evalúan seguridad y eficacia. 
  • Revisión por agencias regulatorias como COFEPRIS, OMS, FDA o EMA
  • Farmacovigilancia continua, que detecta y analiza cualquier evento adverso tras su aplicación. 

Los efectos secundarios comunes suelen ser leves y temporales: dolor o enrojecimiento en el sitio de inyección, fiebre baja o cansancio. Reacciones graves son extremadamente raras y monitoreadas de forma inmediata. 

Desmentir mitos es parte de la educación en salud pública: las vacunas no causan autismo, infertilidad ni modifican el ADN. Por el contrario, su impacto positivo está documentado en más de un siglo de evidencia científica. 

Vivir con un esquema de vacunación completo 

Mantener las vacunas al día es una inversión directa en salud personal y colectiva. Algunas recomendaciones prácticas incluyen: 

  • Conservar el carnet de vacunación y llevar registro digital o físico actualizado. 
  • Consultar antes de viajar a zonas donde se requieren vacunas específicas (como fiebre amarilla o meningococo). 
  • Solicitar refuerzos según la edad o situación de riesgo. 
  • Reponer dosis si se extravía el registro, acudiendo a un centro de salud con el historial clínico disponible. 
  • Seguir controles pediátricos y geriátricos, donde se revisan los esquemas de inmunización. 
  • Participar en campañas nacionales de vacunación, organizadas por autoridades sanitarias y organismos internacionales. 

Las vacunas no solo previenen enfermedades, sino que refuerzan la confianza social en la ciencia y la medicina, pilares esenciales para una salud pública sostenible. 

Fuentes de referencia: 

 

Congresos y otros eventos

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