Mucopolisacaridosis Tipo I Enfermedad de Hurler Hurler Schie

Las mucopolisacaridosis (MPS) son un grupo de enfermedades poco frecuentes (EPOF) de baja prevalencia, caracterizadas por la deficiencia de enzimas que participan en el metabolismo de glucosaminoglicanos (GAG) a nivel lisosomal. La acumulación de los GAGs en el interior de las células produce alteraciones de múltiples órganos y sistemas. Su diagnóstico se basa en el conocimiento de las manifestaciones clínicas, el análisis bioquímico para identificar el tipo de GAG que se está acumulando y confirmar el tipo de enfermedad con la determinación enzimática correspondiente. Existen descriptas 7 MPS Su identificación es fundamental para iniciar un tratamiento oportuno, teniendo en cuenta que actualmente existe el tratamiento de reemplazo enzimático para MPS I (síndrome de Hurler), MPS II (síndrome de Hunter), MPS IV (síndrome de Morquio) y MPS VI (síndrome de Maroteaux-Lamy).

En 1908, John Thomson describe por primera vez un paciente con esta condición, sin embargo, los primeros casos publicados de MPS fueron en 1917 por Charles Hunter. En 1919 publica Gertrud Hurler y en 1929 Luis Morquio reportó los primeros casos de la que hoy conocemos como MPS IV. En 1936 Ellis, Sheldon y Capon indican el término «gargolismo», al comparar las características craneales, faciales y torácicas con las figuras llamadas «gárgolas» de la Catedral de Notre Dame en Paris. En 1952 Brante aisló las primeras muestras de MPS en 2 pacientes con síndrome de Hunter, y recién en 1970 se aislaron el dermatán y heparán sulfato.

La mucopolisacaridosis tipo I (MPS tipo I) conocida como Síndrome de Hurler- Hurler Schie, es una enfermedad del grupo de los errores innatos del metabolismo lisosomal, de carácter autosómica recesiva, crónica, progresiva con afección multisistémica, lo que origina deterioro clínico e incapacidad física y mental. 

Es causada por una acumulación progresiva de sustratos complejos de glucosaminoglicanos: dermatán y heparán sulfato, debido a la deficiencia de la enzima alfa-L-iduronidasa. Este depósito lisosomal se produce en una amplia variedad de órganos, lo que conlleva a una disfunción multiorgánica debilitante y muchas veces fatal, con presentación clínica variable. La incidencia estimada de la MPS I es de 1 por 100.000 nacidos vivos. Se considera que aproximadamente entre el 50 y el 80% de los pacientes cursan con la forma grave de la enfermedad. 

La MPS I es una enfermedad autosómica recesiva cuya heterogeneidad genética explica, en parte, la heterogeneidad clínica. El gen responsable es IDUA con 14 exones, locus 4p16.3. Se conocen unas 100 mutaciones, y 20 de ellas cubren entre el 85 % y el 90 % de los casos. 
En el 90-95 % de los casos, se identifican las mutaciones por secuenciación completa, pues técnicas más simples pueden no hacerlo. Hay mutaciones missense (en formas atenuadas, GA), nonsense (en formas graves, FG) o por deleción. 

En la FG, las mutaciones más frecuentes son W402X (el 45 %) y Q70X (el 16 %). Ambas en homocigosis. En la FA, suele encontrarse heterocigotas compuestos con una de ellas.
La incidencia global, sin distinción de subtipos clínicos, es de 0,99-1,19/100.000 nacidos vivos. Se desconoce la prevalencia en nuestro país, pero podemos estimar que con 700.000 nacimientos anuales podrían nacer 7 casos nuevos por año. La prevalencia del subtipo de Hurler de la MPS I se estima en 1/200.000 en población europea.

Se reconoce una correlación limitada entre el genotipo y el fenotipo de la MPS tipo I. Registros internacionales reconocen más de 100 mutaciones identificadas. Hoy se reconoce un continuo de presentaciones dentro de un espectro, con variabilidad clínica considerable de acuerdo con la edad y tasa de progresión. Se ha podido identificar que la heterogeneidad clínica en esta enfermedad está dada principalmente por la proporción de sustrato acumulado en un periodo de tiempo determinado, en los distintos órganos blancos. Las formas leves o moderadas de la enfermedad pueden ocurrir por la combinación de un alelo con mutación severa y un alelo que codifica para una enzima con actividad residual. Por lo general, cualquier mutación severa de los alelos da por resultado una forma grave de MPS tipo I. Debido a la gran variedad de fenotipos observados en pacientes con mucopolisacaridosis tipo I, algunos autores evitan la clasificación de acuerdo con la gravedad de presentación.

Las manifestaciones clínicas en la MPS I se corresponden con la afectación multiorgánica que presenta esta patología. Las principales características son: baja talla, facies tosca, macrocefalia, macroglosia, labios gruesos, cejas pobladas, opacidad corneal, glaucoma, hidrocefalia comunicante, compresión medular, síndrome del túnel carpiano, pérdida de la audición, hepatoesplenomegalia, obstrucción de las vías aéreas con la consecuente apnea o disnea, enfermedades cardiacas, hernias
umbilicales e inguinales, rigidez articular y disostosis múltiple. Respecto al neurodesarrollo, la MPS IH es la única que produce trastorno cognitivo, en las otras 2 variantes existe un desarrollo cognitivo cercano a lo normal. Los casos severos son diagnosticados con relativa facilidad por el fenotipo tan llamativo, sin embargo, las formas atenuadas que generan Scheie son más difíciles de identificar, ya que
pueden presentarse solo como enfermedad articular que en ocasiones se confunde con enfermedades reumatológicas de la infancia.

El diagnóstico se realiza demostrando en el paciente, con signos y síntomas sugestivos, la deficiencia de la enzima alfa-L-iduronidasa en leucocitos purificados o en gotas de sangre en papel de filtro. Puede realizarse la pesquisa neonatal en población de riesgo.
Los métodos disponibles actualmente hacen prescindible medir la actividad enzimática en cultivo de fibroblastos. El estudio molecular no es imprescindible para el diagnóstico, pero es necesario para indicar el tratamiento.

Hasta la fecha, no existen publicaciones que evalúen la utilidad de los estudios de laboratorios o imagenológicos por sí solos o en conjunto en el diagnóstico de la MPS I. Por lo mismo, se recomienda que el clínico los solicite de acuerdo con el cuadro clínico y evolución de su paciente de forma individual. Es muy importante reconocer patrones de síntomas y no solicitar estudios específicos ante la presencia de un síntoma o signo aislado. Hay que recordar que los pacientes con MPS I, debido al gran abanico de manifestaciones clínicas, cuentan con un mayor grado de complejidad, por lo que su estudio inicial depende de las manifestaciones clínicas y comorbilidad al momento de la sospecha.

En la actualidad, la intervención temprana y el manejo por un grupo multidisciplinario de profesionales permiten optimizar la atención médica de los pacientes con mucopolisacaridosis tipo I, permitiendo de esta manera un diagnóstico y tratamiento oportuno, idealmente antes del inicio de daño irreversible, en busca de una mejor calidad de vida y mayor sobrevida para estos pacientes.